Vivo con la contudencia
de una frase corta, magnífica
y poco contrastada.
Eso fue, básicamente, lo que me llevó a estar aquí.
Arropado por la música
de las teclas del ordenador,
crepitando como la madera
de hogueras
minúsculas.
Sinceramente,
creo que es mío
todo lo que alcance a coger
sin levantarme de la silla.
No voy a dar explicaciones.
Es injusto, lo sé.
Pero también es cierto
que al final
siempre acabo
contando las monedas
que me quedan
en el bolsillo.
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