21/6/11

Me vas a hacer caso

Hay algo que nos establece y nos descompone de un mismo soplo. Se cuela por la ventana de cualquier peluquería y se queda depositado en el alma de velas antiquísimas. Tú crees que estás a tiempo y que deberías sentarte a tomar notas mientras bebes un café acompañado de esas asquerosas pastas integrales; yo, en cambio, ya no tengo demasiadas ganas de nada que no sea una dictadura.

Podrás salir a protestar la dirección del viento o debatir sobre los colores primarios. Pero luego no te esperará otra cosa que no sea un vaso de agua del grifo, en una mesa redonda, en una habitación cerrada, completamente sola.

Fíjate en cómo ese algo que nos estable y nos descompone suele estar, digámoslo así, la mayor parte del tiempo, parado en el cielo, como una nube de un color rarísimo, como una enfermedad muy lejana. Pero siempre acaba dentro de nosotros. Para decirnos que no sabemos nada de ella.

Tú estarás tranquila, expectante como una madriguera. Pero hazme caso. Me vas a hacer caso. Ni si quiera nos consolarán las figuras retóricas, la contradicción misma. Porque, al fin y al cabo, yo lo que quiero es una dictadura.

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